viernes, 2 de julio de 2010

Furtivos siglo XXI

17/05/2010

El furtivo de antaño, ese hombre solitario que cazaba para comer o por lo menos para echar una mano en casa y que no faltara la carne en el puchero, ya no existe. La figura romántica que, queramos o no, nos producía cierta simpatía y que tan bien se ha descrito en la literatura, desapareció hace tiempo.

Usar este término, furtivo,  para  referirnos a la caza ilegal nos puede llevar a equivoco, a confundir los términos, porque no estamos hablando de necesidad o incluso de una afición desmedida, si no de verdaderas mafias organizadas de delincuencia pura y dura, que no solo se apropian de lo que no les pertenece, también atentan contra el medio natural sin ningún tipo de control, además de transmitir una imagen de la caza tremendamente negativa a través de los medios de comunicación que no dudan en asimilarlo a todo el colectivo.

 El furtivo de antaño tenía una vieja escopeta escondida en el hueco de una encina, usaba lazos y cepos y no cazaba más que lo justo para comer y sacarse un dinerillo que ayudara en la casa. Cuidaba su cazadero como si fuera propio, pues las viandas de mañana dependían de él y conocía la sierra como la palma de su mano. Muchos de ellos acabaron de guardas en reservas y parques nacionales o trabajando para el señorito de turno que, de esta manera, mataba dos pájaros de un tiro.

En el siglo XXI podemos definir varios tipos de furtivos con distinto nivel de gravedad sin que por ello pretenda justificar nada:

El primero sería el que por "afición" o por "morbo" caza ilegalmente en su entorno, en los alrededores de su pueblo para presumir en el bar que el mata un cochino donde y cuando quiere. De este sujeto raramente tenemos noticias en los medios de comunicación y raramente lo hace por dinero. Casi siempre acaba en manos del SEPRONA porque ya sabemos que en los pueblos todo se acaba sabiendo. Solo los que cazan y callan perduran.

 El segundo sería el organizador de cacerías ilegales, y este o más bien estos porque suelen ser redes organizadas, trabaja por dinero, por mucho dinero aunque siempre por un importe muy inferior a lo que costaría legalmente, para matar una cabra , un gamo , un gran venado  o un rebeco y tal vez un lobo. Estos sujetos se van de "excursión" con el cliente como el que va a coger setas, sin más contenido en sus mochilas que unos prismáticos y la comida como cualquier dominguero. De esta guisa localizan a la res a abatir y es en ese momento cuando a través de la emisora avisan al cómplice que aparece con el rifle y se encarga de sacar el trofeo una vez abatido y enviarlo más tarde al cliente que vuelve de su "excursión" tranquilamente. Estos son los que más aparecen en los medios de comunicación cuando el SEPRONA logra desactivar una de estas redes que, normalmente, están formadas por un núcleo centralizado que tiene los contactos de los cazadores, y satélites en las zonas de caza. Disponen de sofisticados y caros medios como prismáticos y miras de visión nocturna, GPS, silenciadores (Chupetes) o potentes todo terrenos.


El tercero y más deleznable es el que paga por los servicios de los anteriores. Normalmente vive en la ciudad, no corre ningún riesgo, su afición por la caza es habitualmente digamos que tardía y carece de cualquier principio ético sobre la misma. A este tipo de sujetos sin los cuales no existirían los anteriores hay que echarlos a patadas de la Caza por atentar, primero contra el medio ambiente, segundo contra el patrimonio del legítimo dueño del animal y tercero contra los cazadores y la caza como sector que se ven indirectamente asimilados a través de los medios.

Para concluir decir que entre todos tenemos que terminar con esta lacra minoritaria que nada tiene que ver con La Caza, denunciando cuando sepamos de la existencia de una de estas redes o de sus clientes. Son delincuentes en toda la extensión de la palabra y no debemos tener con ellos ningún tipo de consideración.

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